jueves, 26 de marzo de 2009

Mardsen, John. Cartas desde el interior. Ediciones Castillo

Otra recomendación de Zaro. Lo terminé de leer y para el final me esperaba cualquier cosa, menos lo que leí... o mejor dicho, lo que no leí. Es sin duda un final abierto, pero después de una gran cantidad de espacios vacíos a lo largo del relato, que provocan inestabilidad en el lector. Se trata de varias cartas escritas por dos amigas que se conocen por correspondencia. Este recurso de las cartas, donde la única pista que se le da al lector para atar cabos son las fechas, deja la incertidumbre acerca de lo que en realidad pasó, pues en esta historia no hay acción.

La única acción de la que tenemos certeza es acerca de que Mandy y Trace escribieron cartas. Acerca de lo que narran, nunca llegamos a tener ninguna certeza. El lector se encuntra atrapado de pronto entre los monólogos introspectivos de dos jóvenes que se esriben cartas, sin una narración que las contextualice y nos explique más allá de lo que ellas escriben. Todo lo que sucede al rededor o bien es narrado por ellas mismas, o queda ambiguo dejando desconcierto en el lector.

Esta novela enfrenta al lector con la duda, dejando espacio para la hipótesis. Y como si no fuera suficiente estupor el de la incógnita acerca del delito de Trace, de los detalles acerca de la relación entre Mandy y Steve y la duda final de Trace, este final abierto deja al lector con una angustia y una serie de hipótesis, que querrá volver a leer la novela para desentrañar el misterio que nunca quedó aclarado.

Quizá entre las cartas haya alguna pista, alguna señal que pasamos por alto y que resuelva la incógnita... MUY BUENA!!!

domingo, 22 de marzo de 2009

Hartnett, Sonya. Una visita inesperada. Editorial Castillo

(…) Pero la vida no es un cuento y las cosas no siempre resultan como quisiéramos. Sin embargo, eso no quiere decir que hayamos fallado. (p. 162)

Es un honor inaugurar el foro recomendando la lectura de Una visita inesperada. En lo personal, debo agradecer a Zaro por haberme hecho cómplice de esta aventura, que se volvió más mía que de Maddy por ahí de la página 115. El libro se convirtió en mi propia visita inesperada, que llegó para quedarse, pues aunque hace más de un mes terminé la lectura, no puedo dejar de volver a sus páginas y retomar fragmentos que me tocaron profundamente.
Debo confesar que, al principio, fue una sorpresa muy grata toparme con un personaje antisocial, soñador e idealista, igual que yo lo fui en mi niñez, y cuya relación con sus padres describe más o menos la forma en que yo me relacioné con los míos. Sin embargo, la evolución de este personaje al tocar el dolor de la pérdida, descubriendo el amor como la mayor experiencia de libertad, más allá del idealismo de los cuentos de hadas, fue para mí una sorpresa mayor, pues acompañé a Maddy en su proceso, tocando mi propio dolor y enfrentando una experiencia personal desde el estilo poético de Sonya Hartnett.
La trama parte de una visita misteriosa que recibe la anciana Maddy, ante la cual no se incomoda, sino al contrario, se dispone a atenderla y más aún, a hacer delante de ella el recuento de su vida como si le fuera alguien familiar. Aunque esta visita resultará ser alguien completamente inesperado para el lector y para Maddy, no será hasta el final que ambos descubran de quien se trata. Mientras tanto, la anciana cuenta la forma en que conoció a Pluma, y las cosas que tuvo que superar y aprender a raíz de ese encuentro.
La anécdota empieza desarrollándose dentro de un contexto aparentemente realista, no ajeno al lector, en que las acciones no escapan a la lógica de la vida cotidiana. Poco a poco el relato se va impregnando del idealismo de Maddy y se empiezan a vivir cada vez más de cerca a las emociones del personaje. A partir del capítulo doce, se rompe por completo la línea del discurso, si hacemos una lectura literal o superficial de las acciones, dando un giro hacia lo fantástico: peces que hablan, fantasmas en altamar, la lucha entre dos dragones que por poco hunden el velero de Maddy.
Lo interesante de la ruptura en la línea del discurso es que el personaje no se sorprende de todo lo que ve y vive durante su viaje en velero, sino al contrario, todo lo vive como una experiencia completamente posible y creíble. Las constantes alternancias entre las escenas fantásticas y las cavilaciones acerca del estado de ánimo de Maddy dejan ver que, más que una descripción del ambiente físico, se trata de la descripción del ambiente emocional que vive el personaje, quien enfrenta una lucha psicológica entre encontrar a Pluma para que le responda una pregunta, y encontrarse a sí misma para aceptar la pérdida y la ausencia inevitable del duende y de Pluma:
(…) Había superado la perplejidad de su infancia y sus sombríos años escolares. Había sobrevivido la desaparición de su padre viajero y la devastadora pérdida del duende. Había entregado lo mejor de ella al amor y había visto cómo el amor le daba la espalda: pese a todo, había logrado mantener la fe en sí misma. ¿Había alguna respuesta a cualquier pregunta que una joven semejante no pudiera responder por sí sola? (p.131)
Ese desorden intencional en el manejo del discurso no es sino la materialización del desorden emocional que Maddy intenta resolver durante su viaje, con el pretexto de buscar a Pluma:
(…) En los peores momentos, se ponía a registrar dentro de su corazón, buscando en medio del desorden, un poco de consuelo. (p.122)
La narración, que desde el primer momento se centra en la perspectiva de Maddy, deja de enfocarse en hechos concretos o pragmáticos, para representar alegóricamente una realidad cognitiva o psicológica:
(…)El sol era excesivamente fuerte; el océano, demasiado frío, y el velero nunca permanecía quieto.(…) (p.122)
Si leemos simbólicamente el velero como el estado emocional de Maddy, el sol intenso y el océano demasiado frío representan las contradicciones psíquicas que enfrenta el personaje y que mantienen al velero en constante movimiento. No es gratuito que después de esta afirmación, se describa a Maddy rodeada de extraños, en plena altamar, totalmente perdida, hambrienta y con comezón en la piel, mientras que, cuando dormía, soñaba con su cama mullida y una bañera llena de burbujas, pensando que su viaje era completamente inútil.
Así como este ejemplo, el lenguaje se vuelve cada vez más simbólico y exige una lectura cada vez más profunda, para encontrar el sentido oculto entre sus páginas. Sólo así podremos saber qué significa la “isla de Quietud” de Pluma, la humanización del viento de oeste o Céfiro y la labor de Maddy al cuidar de los soldados ciegos.
El amor como experiencia libertadora, el proceso doloroso de dejar ir lo más amado precisamente porque se le ama, y porque a veces todo el amor de una persona no basta para hacer feliz a otra, es otro tema que me encantaría comentar con quien se atreviera a tocarlo. Esta paradoja en torno al amor y el manejo del lenguaje ha sido otra espina clavada en mi corazón.
Creo que es un libro para retomar varias veces, que no puede hacerse una lectura lineal de él ni dejarse de vivir como experiencia propia. Podría comentar tanto acerca de este libro para mí tan amado y especial, que me ha regalado emociones intensas, pero me gustaría esperar a leer sus comentarios. Por lo pronto, he lanzado la primera propuesta de lectura y un poco acerca de mi vivencia durante este viaje apasionante. Ojalá sirva como invitación para aquellos que no lo han leído, y como detonador para próximas aportaciones.